domingo, 28 de enero de 2007

Invierno cántabro con estofado de jabalí

Un regalo de Idoia nos llevó este fin de semana a Solares, al Hotel Balneario. Un par de días distintos, de relajo, a cualquiera le viene bien y no se puede despreciar. Fuimos con la idea de aprovecharlo.

El viaje no dura más de dos horas: los paisajes nevados no nos abandonaron hasta llegar al Cantábrico, desde Bilbao sólo vimos los picos blanqueados por el invierno. El día estaba soleado, lo que hacía brillar la nieve depositada en los campos durante los días anteriores, helada por los 9 grados bajo cero que soportaron en la Barranca esa noche. Y la carretera estaba limpia. En Cantabria nos recibieron los prados y las plantaciones de eucaliptos, limitados por el mar bravo y los pueblos costeros violados por las construcciones turísticas desordenadas.

Solares es un pueblo industrial, a 17 kilometros de Santander, pegado a la autovía. No más de 500 habitantes en un pueblo industrial, lo único que destaca es el manantial de Fuencaliente y el Balneario. Al sur, lejanos, se aprecian los picos nevados.

El hotel Balneario de Solares, un edificio sobrio y elegante, se abrió en julio de 2006, después de su rehabilitación. Ocupa 5.000 metros cuadrados en los dos espacios independientes de hotel (con dos alas de habitaciones en 3 plantas) y balneario donde hemos disfrutado de la balnea romana, de la piscina de hidroterapia de 850 m2, del aguanaz (un suplicio para los pies), de algún masaje y de un bonito gimnasio bien surtido de máquinas. No es excesivamente caro. Si váis con niños, os los entretienen en dos piscinas infantiles.

Dicen los expertos que las aguas termales del manantial de Fuencaliente son bicarbonatadas, cloruradas, cálcicas y sódicas. Tienen un caudal de 3.456.000 litros al día y una temperatura constante de 29,8º. En cuanto a las características del agua, aseguran que se han mantenido inalterables y están indicadas terapéuticamente, en tratamientos del sistema nervioso (estrés, insomnio), digestivos, metabólicos, antiácidos, aentiinflamatorios y diuréticos.

El restaurante del Hotel no está nada mal, tiene buena cocina y un menú de 23 euros. Comimos lubina, salmón, dorada con verduras y una ensalada de lascas de bacalao con salsa de yogurt, que fue un auténtico descubrimiento. Recomendable.

Pero también aprovechamos para conocer los alrededores, y nos pilló la hora de comer en Laredo, donde acudimos al Restaurante Emperador, recomendados por una vecina del pueblo marinero, muy cerca del puerto. Después de una ensalada de pulpo y unas verduras a la plancha, aceptables, recalamos en unas almejas a la sartén, de las que ha dejado constancia Idoia en el anterior comentario, y de un suculento estofado de jabalí.

Haciendo caso a los comentarios, escritos y orales, señalo aquí esta receta con sus ingredientes, prototipo de lo que entiendo por "slow food". Coger la mandarra y a gozar.

ESTOFADO DE JABALÍ

1 kg. de jabalí (mejor si es del jamón y el lomo del puerco).
3 cebollas grandes.
2 dientes de ajo.
1 tomate triturado.
2 pimientos verdes.
1 copa de vino tinto.
1 copa de cognac trufado (dejar 24 horas una o dos trufas laminadas en una copa de cognac).
400 grms. de seta de cardo (aunque también le va muy bien la "trompeta de los muertos" o las "colmenillas").
Un poco de romero.
Caldo de carne.
Aceite de oliva suave, sal y pimienta.

En primer lugar y a fuego vivo, sofreímos los trozos de jabalí salpimentados hasta dorarlos. Los retiramos a un plato, y en el mismo aceite pochamos la verdura picada (primero la cebolla y el ajo, para añadir a continuación el pimiento verde, y finalmente el tomate). Una vez bien pochado, incorporamos la carne y el romero, damos unas vueltas y echamos el vino y el cognac con las trufas. Dejamos reducir a la mitad, y echamos las setas. Tapamos y dejamos cocer entre 2,5 y 3 horas, hasta que la carne esté completamente blanda, incorporando un poco de caldo de carne cuando se haya resecado, para que no se nos pegue. Dejar reposar. Estará mejor de un día para otro. ¡Qué os vaya sabroso! Salud.

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